CONCILIO VATICANO: DEI VERBUM
Este tema es concerniente a la posición actual de la Iglesia frente a la Revelación Divina. Nos ilustra de manera magistral como los Padres Conciliares exhortan al pueblo de Dios a recibir gustoso la Palabra de Dios, y como la vida de cada cristiano debe tener fundamento en la Escritura, ya que como dijo San Jerónimo: “Desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo”
Dispuso Dios benignamente que todo lo que había revelado para la salvación de los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las generaciones. Por ello Cristo Señor, en quien se consuma la revelación total del Dios sumo, mandó a los Apóstoles que predicaran a todos los hombres el Evangelio, comunicándoles los dones divinos. Este Evangelio, prometido antes por los Profetas, lo completó El y lo promulgó con su propia boca, como fuente de toda la verdad salvadora y de la ordenación de las costumbres. Lo cual fue realizado fielmente, tanto por los Apóstoles, que en la predicación oral comunicaron con ejemplos e instituciones lo que habían recibido por la palabra, por la convivencia y por las obras de Cristo, o habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo, como por aquellos Apóstoles y varones apostólicos que, bajo la inspiración del mismo Espíritu, escribieron el mensaje de la salvación.
Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que, con la luz del Espíritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar ambas con un mismo espíritu de piedad.
Habiendo, pues, hablando Dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que El quiso comunicarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos.
Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que atender a "los géneros literarios". Puesto que la verdad se propone y se expresa de maneras diversas en los textos de diverso género: histórico, profético, poético o en otros géneros literarios. Conviene, además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según los géneros literarios usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hombres.
Y como la Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se escribió para sacar el sentido exacto de los textos sagrados, hay que atender no menos diligentemente al contenido y a la unidad de toda la Sagrada Escritura, teniendo en cuanta la Tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe. Es deber de los exegetas trabajar según estas reglas para entender y exponer totalmente el sentido de la Sagrada Escritura, para que, como en un estudio previo, vaya madurando el juicio de la Iglesia. Por que todo lo que se refiere a la interpretación de la Sagrada Escritura, está sometido en última instancia a la Iglesia, que tiene el mandato y el ministerio divino de conservar y de interpretar la palabra de Dios
3 Razones para establecer si Dios comparte o no su Gloria con todos sus hijos
3 razones para establecer si Dios comparte o no su Gloria con todos sus hijos Por Rodrigo Andrés Calvo Bernal Los amigos protestantes usan un texto del Antiguo Testamento para atacar a la Iglesia edificada por Cristo mismo afirmando que “Dios no comparte su gloria con nadie”, por el hecho de que nosotros le damos gloria a los Santos y María. El texto mencionado es el siguiente: Isa 42:8 Yo Jehová: este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas. ¿Será entonces que ellos tienen la razón? No. ¿Porqué? Por 3 sencillas razones: 1. Lo que ellos mencionan se refiere al pacto antiguo entre Dios y el pueblo de Israel el cual era considerado como rebelde de parte de Dios (Isaías 42,24 dentro del mismo capítulo que citan los protestantes), nosotros no somos Israelitas sino que somos injertos en Israel, por lo cual pertenecemos a un nuevo pacto que es totalmente distinto. (2 corintios 3,6) 2. Al Pueblo de Israel no se le consideraba como hijos de Dios, sino sólo
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