Errores comunes en que caemos los apologistas

Autor: Samuel David Bravo

Aunque seguramente hay más, aquí están diez  en los cuales caemos los apologistas normalmente y deben ser evitados

1. El apologista necio habla antes de escuchar.

Proverbios 18:13 dice: "Responder antes de escuchar es necedad y bochorno." Con esto, no solo comunica a los demás que le importa menos lo que otros tienen que decir, pero también se vuelve incapaz de dar una respuesta bien informada. El apologista sabio es paciente, trata de comprender, y evita el monólogo.

2. Los apologistas necios exageran su argumento.
No hay modestia aquí, pues se pretende anotar puntos rápidamente inflando las cifras, exagera lo que realmente se quiere mostrar, y aunque sea fantasioso y poco creíble lo que se dice, sus argumentos se presentan con toda confianza y por supuesto que no pueden estar equivocados. El apologista sabio sostiene con confianza, sin embargo, con modestia.

3. El apologista necio quiere ganar todos los puntos.
Cuando la conversación se pone compleja, el quiere asegurarse de corregir cada error que ve en la otra persona, aunque el mismo no haya reparado en su error. No importa tampoco que su interlocutor se está ofendido por su "atención al detalle." Si comete un error no lo acepta, ni da marcha atrás para corregirse. El apologista sabio puede discernir lo que realmente importa en una conversación, sin tener que recurrir a la exageración para resaltar su argumento.

4. El apologista necio persigue pistas falsas.
El apologista necio no es objetivo, lo que quiere es derrotar a su adversario y dejarle fuera de combate lo mas pronto posible. Para ello, se vale de discriminar a su oponente, mostrando datos cuestionables y falsos. El apologista estúpido estará feliz de saltar abajo de cualquier rastro de verdades a medias para atacar a su adversario. El apologista sabio bebe de fuentes claras, y evita así quedar en ridículo cuando salten a relucir las verdades.

5. El apologista necio es orgulloso.
A él le gusta el hecho de sabe los términos que hacen que los "novatos" a su alrededor asientan con sus cabezas. Le gusta el sonido de su propia voz, y piensa que hace un trabajo bastante bueno en un foro de internet y para pronto divulga. La apologética es su herramienta para mostrar al mundo que puede flexionar su músculo intelectual. El apologista sabio se humilla ante Dios, y no solo en sus capacidades, y se juzga a sí mismo con un sano y modesto juicio.

6. El apologista insensato busca la popularidad.
Él disfruta de los elogios de los demás, y busca la oportunidad cuando hay mucha gente para que la gente le admire. Él no elige el lugar inferior busca ser el centro de la escena. El apologista sabios, florece donde se planta y no persigue ser el mas popular de la parroquia.

7. El apologista necio deja de lado sus disciplinas espirituales.
Él encuentra la filosofía más interesante que la lectura de la Biblia, así que deja de lado la Biblia. La oración es rara y en la mayoría de las veces precipitada. De hecho, la oración, la meditación, el estudio de la Biblia, la adoración al Santísimo, y el compañerismo, pasan al asiento de atrás para dejar campo a estudiar. El apologista necio se engaña a sí mismo que está siendo espiritual, al mismo tiempo que va a la deriva. El apologista sabio esta sentado a los pies de Jesús, se encomienda a la Virgen y pide a diario luz para no abandonar el crecimiento espiritual.

8. El apologista tonto no tiene amor.
Él puede hablar en la lengua de los filósofos y de los teólogos, pero no en la lengua de la caridad. El apologista necio no es más que un metal que resuena o címbalo que retiñe. Él tiene el don de la inteligencia, y entiende todos los misterios y todas ciencias. Sus argumentos son capaces de mover montañas, pero no hay amor. Él da y gasta todo su tiempo y energía para estudiar, y rinde a sus finanzas para los estudios universitarios, pero no se da tiempo para cultivar el amor. El apologista sabio es motivado y movido por amor a Dios, y amor por los demás.

9. El apologista necio se aísla de los demás.
Él no necesita de la ayuda ni de la opinión de nadie. Tampoco aprecia la corrección. Él tiene sus propios planes, su propia agenda. Cuando él se cae, no tiene a nadie que lo levante. Él es responsable ante sí mismo solamente. El apologista inteligente se rodea de gente sabia que le den buenos consejos sabios y piadosos, y admite la corrección ahí donde se ha equivocado.

10. El apologista tonto no hace en realidad apologética cristiana.
Se convierte en un adicto a la apologética, un consumidor en lugar de un soldado alistado al servicio de cristo. Los debates son un deporte para el, y se olvida de que las almas están en juego, y ni siquiera piensa en la predicación del Evangelio. El apologista sabio quiere ganar a otros a Cristo más que a nada, y utiliza la apologética como una herramienta para ayudar en esta tarea.

PAX ET BONUM

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