Greccio, Navidad de 1223


Greccio, Navidad de 1223. En una gruta de la montaña, Francisco prepara todo lo necesario para la celebración, lo más dignamente posible, de la eucaristía de la noche santa de la Navidad. Con la ayuda de un tal Juan, pide que coloquen un poco de paja en un pesebre y que traigan un buey y una mula, para que sea visible “con los ojos del cuerpo”, el modo en el cual Jesús nació en Belén, en medio de la más absoluta indigencia y precariedad. A la hora establecida, el pueblo acude numeroso llevando velas y cirios para iluminar la gruta. Sobre el pesebre es colocado un pequeño altar sobre el cual se celebra la eucaristía. Francisco, diácono, canta el Evangelio con grandísima emoción y predica al pueblo con gran fervor, acerca del gran Rey que nace pobre y humilde. Fue tal el amor que puso en sus palabras y el asombro que transparentaban sus ojos, que algunos aseguraron haber visto al mismo Niño envuelto en pañales junto a Francisco.

Le resultaba imposible contener la emoción cada que meditaba acerca del modo con el que el Hijo de Dios nació en Belén, asumiendo nuestra condición humana y frágil siendo Dios. Cómo quiso escoger la vía de la humildad para venir al mundo y hacerse “hombre entre los hombres”. Que no hubiera querido nacer en un palacio, en el seno de una familia acomodada, ni siquiera bajo el techo de una casa, sino en una gruta, en un lugar cualquiera…
Lo más asombroso y desconcertante es que, también hoy, el Hijo de Dios no nace donde nosotros quisiéramos o hubiéramos deseado, es decir, en nuestros éxitos, triunfos y seguridades, sino en la humilde gruta de nuestra pequeñez, de nuestras heridas, de nuestros fracasos… para conquistar nuestro corazón y hacerlo más libre, más disponible, menos egoísta y autosuficiente. Por eso no despreciemos nuestra pequeñez, nuestros fracasos y heridas, ni los escondamos, porque el Verbo plantará su tienda y se abrirá camino precisamente ahí. ¡Y entonces será realmente nuestro Salvador! ¡Y nuestra alegría será grande y verdadera! Y podremos decir con san Francisco: ¡Fue por nosotros, por nuestro bien!
Desde este blog vocacional franciscano os deseamos de corazón:

¡FELIZ Y CRISTIANA NAVIDAD!

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