Qué cosa es ser Católico?



No es difícil que a muchas personas les parezca hasta inútil el emplear el tiempo en detenerse a explicar a los que son católicos qué cosa es ser católico, pues se supone que al serio lo saben, y sin embargo, ello no es así y la realidad es que son muy pocos los católicos que saben dar a la pregunta: ¿qué cosa es ser católico? una contestación correcta.

En efecto, basta hacer esta pregunta a algunos católicos para ver las respuestas tan disímbolas que dan, por la falta de conocimiento que haya este respecto. Algunos contestan: ser católico es creer en Dios, pero ello no es exacto pues los mahometanos, judíos y protestantes, por ejemplo, creen en Dios y no son católicos.

Otros contestan: -ser católico es cumplir con los Mandamientos del Decálogo, pero esto también es falso, pues un protestante, por ejemplo, puede cumplir con el Decálogo y no por ello es católico; y un católico puede no cumplir con los Mandamientos y no por eso dejará de ser católico; será un mal católico, pero al fin católico, como un médico que no ejerce la medicina, sigue siendo médico. Y así darán otras muchas contestaciones y muy pocos, si no es que ninguno, dará la contestación correcta, que es simplemente la siguiente:

Ser católico es ser miembro de la Iglesia Católica.

Veamos ahora Qué se requiere para ser católico

Para ser católico se requiere haber sido bautizado en la Iglesia Católica, pues es el Bautismo, el Sacramento que borra el pecado original, nos hace hijos de Dios por la Gracia, y miembros de la Santa Iglesia Católica.

Una vez bautizados, somos católicos aunque caigamos en pecado, pues ser católico no quiere decir ser santo, ni bueno siquiera, sino simplemente ser miembro de la Iglesia Católica, la que admite en su seno tanto a los buenos como a los malos; basta recordar la parábola del trigo y la cizaña del Evangelio de San Mateo, 13, 24-30.

La Iglesia Católica es una Sociedad que, como toda sociedad, tiene el derecho de imponer sus condiciones para ser admitido como miembro de ella, así como el de expulsar de su seno a aquellos de sus miembros que no cumplan con las condiciones con que fueron admitidos, y lo hace, por medio de la “excomunión”. La excomunión es pues, ser expulsado de la Iglesia Católica, con todas sus tremendas consecuencias, como son: perder la vida de la Gracia, todo el mérito de las buenas obras hechas o por hacer, y no participar del Tesoro espiritual de la Iglesia, que son Los Sacramentos, y los méritos de N. S. Jesucristo y los Santos.

A partir de 1983 el Código de Derecho Canónico numera 7 casos de excomunión inmediata apenas se cometa la acción penada con ella; citamos algunos: Canon 1364 “El apóstata de la fe, el hereje o el cismático; 1367, “Quien arroja por tierra las especies consagradas o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega; 1370, “Quien atenta físicamente contra el Romano Pontífice;1378, 1382 y 1388, se refieren especialmente a cuestiones de orden sacerdotal, y el 1398, pena a “quien procura el aborto”.

Para ser católico, se requieren pues, dos cosas: haber sido bautizado en la Iglesia Católica, y no haber faltado a las condiciones bajo las cuales la Iglesia nos admitió como miembros de ella a saber:

a. Renunciar a Satanás
La Iglesia Católica exige, en tres preguntas, a quienes vayan a recibir el Bautismo, renunciar al mal. ¿Renuncias a Satanás, padre y autor del pecado?, ¿Renuncias a sus obras? ¿Renuncias a sus seducciones? a lo que los catecúmenos si son adultos o los padrinos en caso de infantes, deben responder: Sí renuncio. y la

b. Profesión de FE
Pero ser católico no consiste solamente en no hacer cosas malas o renunciar a Satanás; hay que tener fe en Jesucristo y en todo lo que la Iglesia enseña, por eso a continuación el sacerdote invita a hacer una pública profesión de fe, haciendo preguntas referentes al Credo que rezamos en la Santa Misa, que sintetiza las verdades de nuestra Religión, terminando con la pregunta ¿quieres ser bautizado?, Sí quiero. Después de esta contestación, el sacerdote administra el Bautismo, viniendo tres veces agua sobre la cabeza del niño, o del adulto, al mismo tiempo que pronuncia la fórmula: “Yo te bautizo en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Son tan importantes las Promesas del Bautismo, que la Iglesia tiene buen cuidado de que los fieles las renovemos cada año en la Vigilia Pascual, en nuestra Primera Comunión y al recibir el Sacramento de la Confirmación. De dicho cumplimiento, depende el que podamos considerarnos verdaderos y auténticos católicos.

Qué cosa es ser un católico verdadero

Vemos así, que hay desde luego 2 clases de católicos: los VERDADEROS, que son los que se esfuerzan por cumplir lo que prometieron en su Bautismo, y los de NOMBRE o indiferentes, que son aquellos que sin haber dejado de ser católicos, no han incurrido en excomunión, pero tampoco se preocupan mucho ni poco, por cumplir sus promesas y viven prácticamente como si no fueran católicos.

Así pues, para ser un católico verdadero, se necesita dar debido cumplimiento a lo que prometimos en el Bautismo:

La primera promesa que hacemos es: Renunciar a Satanás ya sus obras.

Satanás es el jefe del mal, su inspirador; renunciar a él; significa tomar la resolución de que no reine en nosotros, defender siempre al bien.

Al renunciar a Satanás, renunciamos a la peor forma del mal, al que parece mal, aún fuera de toda religión, al que se hace por el deseo de hacer el mal, aunque el hacerlo no nos reporte ningún bien aparente, al mal que se hace por dureza de corazón, por odio a Dios o al prójimo.

Si el Mal se nos presentara con toda su terrible verdad, seguramente nos apartaríamos de él horrorizados, pero muy frecuentemente nos engaña apareciendo como un bien, recordemos a Isaías 5,20 : ¡Ay de los que llaman al mal, bien y al bien, mal!

Al renunciar a Satanás, renunciamos muy especialmente, a afiliarnos a cualquier religión o secta de las que actualmente se ofrecen en el gran “Supermercado de Religiones” algunas de las cuales ponen en grave riesgo la vida de sus seguidores; tenemos ya varios ejemplos de esto, y vemos además, como algo increíble, que renacen las sectas satánicas.

La Obra de Satanás, es la rebelión contra Dios, el pecado. Renunciar a sus obras, es tomar la resolución de obedecer los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, de no hacer nada que ofenda a Dios.

Las inspiraciones de Satanás son principalmente 3:
Riqueza, Poder y Placer.

Renunciar a las riquezas, no quiere decir que nos comprometamos a no poseer nada, sino simplemente a no tener hacia ellas un apego desordenado, y que por lograrlas hagamos algo que pueda ofender a Dios.

Poder, honores, fama; terribles y peligrosas tentaciones del demonio; por conseguirlas se llega a extremos increíbles, y nos llevan al pecado capital de la soberbia, “quién como yo” las famosas palabras de Satanás.

Los placeres, y las diversiones cuando son lícitos no son un mal en sí, pero nos pueden apartar de Dios si nos aficionamos con exceso a ellos.

Un ejemplo lo tenemos en las excursiones dominicales que son una muy buena distracción, aire libre y descanso de nuestras tareas cotidianas, pero si por ir a ellas, faltamos a la Santa Misa, ofendemos gravemente a Dios.

Otros ejemplos: el cine y la Televisión. Ahora como nunca, tenemos en nuestras manos la obligación de ser críticos y elegir con cuidado, lo que entra a nuestra alma e imaginación; debemos evitar el aceptar espectáculos que activen lo que llamamos “concupiscencias” es decir, nuestras malas inclinaciones, llevando a la frivolidad, nuestro deseo de diversión.

Ver películas inmorales, que exhiben sin medida sexo, violencia y justificaciones a las más absurdas conductas y situaciones, que falsean el criterio, sobre todo de los jóvenes, son graves faltas al amor a Dios, y al más elemental sentido de defensa de lo que llamamos los VALORES UNIVERSALES, o cristianos, que tienen fundamento en los 10 Mandamientos y el Evagelio.

La Segunda promesa que hacemos en el Bautismo: Guardar la FE

Guardarla Fe, como hemos expuesto, es creer firmemente todas aquellas verdades que están compendiadas en el Credo, tal como nos las enseña nuestra Santa Iglesia, y negar una de ellas, como exponemos en anteriormente, Cánon 1364, puede ser motivo de excomunión.

Recordemos que las 3 principales enseñanzas de la Iglesia Católica son:

1. La existencia de Dios, Uno y Trino;
2. La Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y
3. La Autoridad Divina de la Iglesia.

Católico verdadero, es quien además de cumplir las 2 promesas que hizo en su Bautismo, practica y VIVE la Religión Católica, -observando tanto como lo permite la debilidad humana, los Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia -combatiendo en sí mismo el afecto a las seducciones del demonio, que pueden resumirse en los 7 pecados capitales que de estas resultan, que, como aprendimos en el catecismo, son: avaricia, pereza, lujuria, gula, ira, envidia y el peor de todos la soberbia, que fue la que perdió a Satanás.

El católico verdadero, además de evitar cuidadosamente el pecado, estudia su Religión, anima a otros a hacer lo mismo, pues nadie ama lo que no conoce; milita, siempre que le es posible, en las diferentes organizaciones que hay en la Iglesia con el fin de conseguir el adelanto espiritual, y practicar las Buenas Obras.

Católico verdadero es quien ama lo que Cristo ama, que repruebe lo que Cristo reprueba, que juzga de las cosas como de ellas juzgaría Cristo, que toma en fin, a Cristo por modelo de todas sus acciones, procurando ser una copia viviente de El. No hay en la vida posición en la que no podamos serio; pobreza, riqueza, salud, enfermedad, juventud o vejez, todos sin excepción podernos llegar a ser, otros Cristos vivientes.

Católico de nombre

Es quien no siendo un hipócrita, bien puede ser rutinario en su piedad, contentarse con el grado espiritual de adelanto a que puede haber llegado, no tener ningún deseo de mejorarlo y puede llegar hasta pensar que no tiene mucho de qué confesarse, y vive más o menos tranquilo.

El católico de nombre, lleva una vida de “confort”, una vida “Iight”, en la cual no entra, ya no digamos un hijo más, pero ni siquiera la horrible obligación de ir a Misa los domingos. Con un botoncito desde su poltrona, cambia el canal de Dios y de la Religión, por el futbol y la telenovela.

No seamos pues, sólo católicos de nombre, seamos verdaderos católicos, y para ello, instruyámonos en la doctrina de nuestra Santa Religión, pues nadie ama lo que no conoce, y procuremos recibir cada vez con más frecuencia y mejor, el Pan Bendito que bajó del Cielo para que nosotros subiéramos a él y del que Cristo dijo:

En verdad les digo: si no comen la Carne del Hijo del Hombre, y no beben su Sangre, no tienen vida en ustedes
El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna y Yo lo resucitaré el último día
Porque mi Carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera Bebida
El que come mi Carne y Bebe mi Sangre, permanece en Mí y Yo en él
Este es el Pan bajado del cielo, el que coma de éste vivirá… para siempre. (Jn. 6,53,58)
Así pues, vivamos de la Vida de Cristo y para ello, comulguemos, comulguemos, comulguemos…



Autor:
ALICIA HERRASTI

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