"Abstinencia de alimentos"

"Abstinencia de alimentos"
¿Se abstienen los católicos del "consumo de determinados alimentos que Dios creó para que los comieran dando gracias"? Nuevamente, no. Un católico es libre de comer todo alimento que desee, ya que Cristo "declaraba que eran puros todos los alimentos" (Mc 7, 19). Los católicos firmemente creen la enseñanza de Pablo de que "todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada es despreciable, si se lo recibe con acción de gracias, porque la Palabra de Dios y la oración lo santifican" (1Tim 4, 4- 5).
¿Por qué, entonces, los católicos se abstienen de comer carne en determinados viernes? La razón es simple: es una devoción que la familia católica ha establecido para conmemorar la crucifixión de Cristo. Imagínese un padre que dice a su familia que comerán alimentos especiales en conmemoración de lo que Jesús hizo por los hombres, así como los israelitas tenían alimentos especiales.
Ningún no católico culparía a un padre por instituir esta práctica. Pues bien, esto es todo lo que la Iglesia Católica ha hecho.
La Iglesia es una gran familia, y sus guías-aquellos que cumplen la función de sus padres terrenales o pastores-han establecido la devoción especial de no comer carne en el día en que conmemoramos la pasión del Señor. Como sustituto, los católicos habitualmente comen pescado en esos viernes, y el pez es un antiguo símbolo de Cristo. Ésta es una manera de recordar y honrar a Cristo por lo que hizo por nosotros hace tanto tiempo.
Abstenerse de carne es una incomodidad, un pequeño sacrificio personal que nos ayuda a dirigir nuestras mentes y corazones a aquel sacrificio de suprema importancia en el Calvario.
Estaría mal que un católico violara esta devoción sin un motivo razonable, así como estaría mal que un hijo desobedeciera las reglas familiares establecidas por sus padres (Col 3, 20; Ef 6, 1). Una persona bajo autoridad es libre de desobedecer solamente cuando la autoridad requiere algo fundamentalmente malo, o cuando existen circunstancias suficientemente graves.
Desobedecer flagrantemente es resistir a Dios, ya que no hay autoridad que no haya sido instituida por Dios (Rom 13, 1-2), un principio que se aplicaba incluso al gobierno pagano de Roma, del cual hablaba Pablo.
La abstención devocional de determinados alimentos es definitivamente bíblica. En Daniel 10, 3 leemos: "no comí ningún manjar exquisito; ni la carne ni el vino entraron en mi boca, ni me hice ninguna unción, hasta que se cumplieron tres semanas enteras". Como una disciplina especial y un símbolo de aflicción, el profeta Daniel rehusó comer ningún manjar exquisito. Los católicos se abstienen actualmente de comer carne en los Viernes de Cuaresma, como un símbolo de aflicción por lo que Cristo sufrió por nuestros pecados.
La Biblia incluso contiene precedentes acerca de abstenerse de todo alimento en ciertas ocasiones. Ésta es la disciplina bíblica del ayuno. Cristo dijo que sus seguidores ayunarían cuando él les fuera quitado (Mt 9, 15), y dio reglas acerca de cómo se debía ayunar (Mt 6, 16-18).
Como en el caso del celibato sacerdotal, los católicos ocasionalmente se abstienen de comer carne sólo como disciplina, no como un punto de doctrina. No hay nada malo en comer carne, como resulta evidente por el hecho de que los católicos pueden comerla durante el resto de la semana. Cuando nos abstenemos de carne, nos abstenemos de algo bueno, no de algo malo. El apóstol Pablo no estaba hablando de los católicos cuando previno acerca de aquellos que prohibirían el matrimonio y el comer determinados alimentos. Entonces, ¿de quiénes estaba hablando? La respuesta queda dentro de cierta especulación, pero Pablo aparentemente tenía en mente ascéticos que enseñaban que el matrimonio y determinados alimentos eran fundamentalmente malos.
Varios movimientos en la historia de la Iglesia han promovido estas enseñanzas, siendo los dos ejemplos más notables los maniqueos y los albigenses. Consideraban a la materia intrínsecamente mala, y consecuentemente veían con recelo a los placeres físicos, incluyendo el permitirse determinados alimentos. Lejos de abrazar esta doctrina, la Iglesia Católica consideró a estos grupos como heréticos y a sus doctrinas como "doctrinas demoníacas".

"Abstinencia de alimentos"<br /><br />¿Se abstienen los católicos del "consumo de determinados alimentos que Dios creó para que los comieran dando gracias"? Nuevamente, no. Un católico es libre de comer todo alimento que desee, ya que Cristo "declaraba que eran puros todos los alimentos" (Mc 7, 19). Los católicos firmemente creen la enseñanza de Pablo de que "todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada es despreciable, si se lo recibe con acción de gracias, porque la Palabra de Dios y la oración lo santifican" (1Tim 4, 4- 5).<br /><br />¿Por qué, entonces, los católicos se abstienen de comer carne en determinados viernes? La razón es simple: es una devoción que la familia católica ha establecido para conmemorar la crucifixión de Cristo. Imagínese un padre que dice a su familia que comerán alimentos especiales en conmemoración de lo que Jesús hizo por los hombres, así como los israelitas tenían alimentos especiales.<br /><br />Ningún no católico culparía a un padre por instituir esta práctica. Pues bien, esto es todo lo que la Iglesia Católica ha hecho.<br /><br />La Iglesia es una gran familia, y sus guías-aquellos que cumplen la función de sus padres terrenales o pastores-han establecido la devoción especial de no comer carne en el día en que conmemoramos la pasión del Señor. Como sustituto, los católicos habitualmente comen pescado en esos viernes, y el pez es un antiguo símbolo de Cristo. Ésta es una manera de recordar y honrar a Cristo por lo que hizo por nosotros hace tanto tiempo.<br /><br />Abstenerse de carne es una incomodidad, un pequeño sacrificio personal que nos ayuda a dirigir nuestras mentes y corazones a aquel sacrificio de suprema importancia en el Calvario.<br /><br />Estaría mal que un católico violara esta devoción sin un motivo razonable, así como estaría mal que un hijo desobedeciera las reglas familiares establecidas por sus padres (Col 3, 20; Ef 6, 1). Una persona bajo autoridad es libre de desobedecer solamente cuando la autoridad requiere algo fundamentalmente malo, o cuando existen circunstancias suficientemente graves.<br /><br />Desobedecer flagrantemente es resistir a Dios, ya que no hay autoridad que no haya sido instituida por Dios (Rom 13, 1-2), un principio que se aplicaba incluso al gobierno pagano de Roma, del cual hablaba Pablo.<br /><br />La abstención devocional de determinados alimentos es definitivamente bíblica. En Daniel 10, 3 leemos: "no comí ningún manjar exquisito; ni la carne ni el vino entraron en mi boca, ni me hice ninguna unción, hasta que se cumplieron tres semanas enteras". Como una disciplina especial y un símbolo de aflicción, el profeta Daniel rehusó comer ningún manjar exquisito. Los católicos se abstienen actualmente de comer carne en los Viernes de Cuaresma, como un símbolo de aflicción por lo que Cristo sufrió por nuestros pecados.<br /><br />La Biblia incluso contiene precedentes acerca de abstenerse de todo alimento en ciertas ocasiones. Ésta es la disciplina bíblica del ayuno. Cristo dijo que sus seguidores ayunarían cuando él les fuera quitado (Mt 9, 15), y dio reglas acerca de cómo se debía ayunar (Mt 6, 16-18).<br /><br />Como en el caso del celibato sacerdotal, los católicos ocasionalmente se abstienen de comer carne sólo como disciplina, no como un punto de doctrina. No hay nada malo en comer carne, como resulta evidente por el hecho de que los católicos pueden comerla durante el resto de la semana. Cuando nos abstenemos de carne, nos abstenemos de algo bueno, no de algo malo. El apóstol Pablo no estaba hablando de los católicos cuando previno acerca de aquellos que prohibirían el matrimonio y el comer determinados alimentos. Entonces, ¿de quiénes estaba hablando? La respuesta queda dentro de cierta especulación, pero Pablo aparentemente tenía en mente ascéticos que enseñaban que el matrimonio y determinados alimentos eran fundamentalmente malos.<br /><br />Varios movimientos en la historia de la Iglesia han promovido estas enseñanzas, siendo los dos ejemplos más notables los maniqueos y los albigenses. Consideraban a la materia intrínsecamente mala, y consecuentemente veían con recelo a los placeres físicos, incluyendo el permitirse determinados alimentos. Lejos de abrazar esta doctrina, la Iglesia Católica consideró a estos grupos como heréticos y a sus doctrinas como "doctrinas demoníacas".

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