Las enseñanzas heréticas en contra de la Santísima Trinidad

 

La Santisima Trinidad, de Hendrick van
Balen. Año 1615

Sin embargo, evidencia posterior en relación a la doctrina de la Iglesia es dada a través de una comparación de su enseñanza con aquella de las sectas heréticas. La controversia con los Sabelinos en el siglo tercero prueba concluyentemente que ella no podía tolerar ninguna desviación de la doctrina trinitaria.
Noecio de Smirna, el originador del error, fue condenado por un sínodo local, cerca del año 200 d.C. Sabelius quien propagó la misma herejía en Roma en el año 220 d.C, fué excomulgado por San Calixto.
Es notable que la secta no fuera atrayente a la tradición: consideraban el Trinitarismo en posesión dondequiera que aparecieran - en Smirna, en Roma, en Africa, en Egipto. Por otro lado, San Hipólito, quien los combatió en su "Contra Neocio", sostiene la tradición apostólica para la doctrina de la Iglesia Católica: "Dejennos creer, amados hermanos, de acuerdo con la tradición de los Apóstoles, que Dios la Palabra vino del Cielo a la santísima Vírgen María, para salvar al hombre".

De alguna manera, después (260 d.C.) Denis de Alejandría descubrió que el error fué diseminado en la Pentapolis de Libia, y dirigió una carta dogmática contra el a dos obispos, Eufanor y Ammonio.
En ella, con el fin de enfatizar la distinción entre las Personas, nombró al Hijo poiema tou Theou y usó otras expresiones que sugerían que el Hijo era considerado entre las creaturas. Fue acusado de heterodoxia a San Dionisio de Roma quien sostuvo un concilio y le dirigió una carta que trataba de la verdadera doctrina Católica en relación al punto en cuestión.
El Obispo de Alejandría contestó con una defensa de su ortodoxia titulada "Elegxhos kai apologia" donde corrigió lo que hubiera estado errado. Expresamente profesó su creencias en la consustancialidad del Hijo, usando el mismo término homoousios, el cual, luego, se tornó en la piedra angular de la ortodoxia en Nicea (P.G., XXV, 505).
La historia de la controversia es concluyente en lo que respecta al estándar doctrinal de la Iglesia. Nos muestra que ella era firme en su rechazo, por un lado, de cualquier confusión respecto a las Personas y, por otro lado, cualquier negación de su consustancialidad.
La información que tenemos en relación a otra herejía - aquella de Montano - nos entrega una nueva prueba que la doctrina de la Trinidad fué la enseñanza de la Iglesia el año 150 d.C. Tertuliano afirma en los términos más claros que lo que el sostenía como la Trinidad en cuanto católico, es lo mismo que afirma como Montanista ("Adv. Prax", II,156); y en la misma obra explícitamente enseña la Divinidad de las Tres Personas, su distinción, la eternidad de Dios el Hijo (op.cit., xxvii).
De la misma manera, Epifanio afirma la ortodoxia de los Montanistas en este tema. (Haer.,1xviii). Ahora bien no se puede suponer que los montanistas hayan aceptado ninguna enseñanza novedosa de la Iglesia Católica dada su secesión en la mitad del siglo 2.
De aquí, puesto que hubo total acuerdo entre los dos cuerpos en relación a la Trinidad, tenemos aquí una prueba clara que el Trinitarismo era un artículo de fé en el tiempo cuando la tradición apostólica estaba lejos de ser reciente como para que cualquier error haya aparecido o se haya tornado tan vital.
Controversia posterior
No obstante la fuerza de los argumentos que hemos resumido, desde finales del siglo 17, se ha llevado a cabo hasta el presente una vigorosa controversia en relación a la doctrina Trinitaria de los Padres ante-Nicene.
Los escritores Socinianos del siglo 17 (ej. Sand, "Nucleus historiae ecclesiastic", Amsterdam, 1668) afirmó que el lenguaje de los primeros Padres, en muchos pasajes de sus obras muestran que no estaban de acuerdo con Atanasio, sino con Arius. Petavius, quien en ese período estaba comprometido con su gran trabajo teológico, fué convencido por sus argumentos, y permitió que, al menos algunos de estos Padres cayeran en graves errores.
Por otro lado, su ortodoxia fué defendida vigorosamente por el divino Anglicano Dr. George Bull ("Defensio Fidei Nicaen", Oxford, 1685) y subsecuentemente por Bossuet, Thomassinus y otros teólogos católicos. Aquellos que asumieron una visión menos favorable, afirmaron que muestran los siguientes puntos inconsistentes con la creencia post-Nicena de la Iglesia:
-Que el Hijo, en relación a su Naturaleza Divina, es inferior y no igual al Padre;
-Que el Hijo apareció solo en las teofanías del Antiguo Testamento, en tanto que el Padre es esencialmente invisible, sin embargo, el Hijo no;
-Que el Hijo es un ser creado;
-Que la generación del Hijo no es eterna, sino que se dió en el tiempo.
Debemos examinar estos cuatro puntos en órden:
Como prueba de la aseveración que muchos de los Padres negaron la igualidad del Hijo con el Padre, los pasajes son citados de Justin (Apol., I, xiii,xxxii), Ireneo (Adv. Haer., III, viii, n.3), Clem. Alej. ("Strom", VII, ii), Hipólito (Con. Noet., n. 14), Origen (Con. Cels., VIII, xv).
De este modo. Ireneo dice: "El ordenó, y ellos fueron creados...¿A Quién El ordenó? Su Palabra, por quien, dicen las Escrituras, los cielos fueron erigidos". Y Orígenes, loc. Cit., dice: "Declaramos que el Hijo no es mas poderoso que el Padre, sino inferior a El. Y esta creencia se sostiene por lo que Jesús Mismo dijo : "El Padre que me envió es más grande que Yo".
Ahora, en relación a estos pasajes, debería nacer en la mente que hay dos formas de considerar la Trinidad. Podemos ver las Tres Personas en cuanto a que poseen igualmente Naturaleza Divina o, podemos considerar al Hijo y al Espíritu como derivando del Padre, Quien es la única fuente de Divinidad, y desde el Cual Ellos reciben todo lo que tienen y son.
El primer modo de considerarlos ha sido la mas común desde la herejía Ariana. La última, sin embargo, era mas frecuente previo a aquel período. Bajo este aspecto, el Padre como siendo: la única fuente de todo, puede ser considerado mas grande que el Hijo.
Por lo tanto, Atanasio, Basil, Gregorio de Nissa, y los Padres del Concilio de Sardicia, en su carta sinoidal, todos trataron las palabras de nuestro Señor enseñando "El Padre es mas grande que Yo" como haciendo referencia a Su Deidad (ct. Petavius, "De Trin.", II, ii, 7, vi, 11).
Desde este punto de vista, se puede decir que en la creación del mundo, el Padre ordenó y su Hijo obedeció. La expresión no es aquella que pudo haber sido empleada por escritores latinos quienes insistían que la creación y todas las obras de Dios procedían de El mismo como Uno y no de Personas como distintas una de la otra. Pero esta verdad no era familiar para los primeros Padres.
Justin (Dial., n 60); Ireneo (Adv. haer., IV, xx, nn. 7, 11), Tertuliano ("C. Marc.", II, 27; "Adv. Prax.", 15, 16), Novacio (De Trin., xviii, 25), Teófilo (Ad Autol., II, xxii), son acusados de enseñar que las teofanías eran incompatibles con la naturaleza esencial del Padre, sin embargo, no incompatibles con aquella del Hijo.
En este caso, la dificultad también puede ser ampliamente eliminada si se recuerda que estos escritores veían todas las operaciones Divinas como procedentes de las Tres Personas como tales, y no la Deidad vista como Una.
Ahora, la Revelación nos enseña que en la obra de la creación y redención del mundo, el Padre efectúa Su propósito a través del Hijo. A través de El, juzgará. En consecuencia era una creencia en estos escritores que, considerando la disposición presente de la Providencia, las teofonías solo pudieron haber sido obra del Hijo.
Más aún, en Colosenses 1:15, el Hijo es expresamente nombrado "la imagen del Dios invisible." (eikon tou Theou rou aoratou). Parece que tomaron esta expresión con estricta literalidad. La función de un eikon es manifestar lo que en sí mismo está escondido (ct. San Juan Damascano, "De imagin", III, n. 17).
En consecuencia sostenían que la obra de revelación del Padre pertenece por naturaleza a la Segunda Persona de la Trinidad, y concluye que las teofonías eran Su obra.
Expresiones que parecen contener la declaracion que el Hijo fué creado se encuentran en Clemente de Alejandría (Strom., V, xiv; VI, vii), Tatian (Orat., v), Tertuliano ("Adv. Prax." vi; "Adv. "Adv. Hermong.", xviii, xx), Orígenes (In Joan., I, n. 22).
Clemente habla de la Sabiduría como "creada antes de todas las cosas" (protoktistos), y Tatian conceptualiza la Palabra como "la primera obra engendrada (ergon prototokon) del Padre. No obstante, el significado de estos autores está claro. En Colosenses 1:16, San Pablo dice que todas las cosas fueron creadas en el Hijo.
Esto fué entendido que significaba que la creación tuvo lugar de acuerdo a ideas predeterminadas ejemplares por Dios y existiendo en la Palabra. Considerando esto, se puede decir que el Padre creó la Palabra, este término es usado en lugar de la más precisa generada, tanto como las ideas ejemplares de la creación fueron comunicadas por el Padre al Hijo. O, nuevamente, la actual Creación del mundo pudo haber sido expresada la creación de la Palabra, siendo que ocurre de acuerdo a las ideas que existen en la Palabra.
Invariablemente, el contexto muestra que el pasaje debe ser entendido en uno u otro de estos sentidos. La expresión es, sin lugar a dudas, muy tosca y ciertamente nunca se hubiera empleado sino por el verso, Proverbios 8:22, el cual es dado en el Septuaginto y en las antiguas versiones latinas "EL SEÑOR me dio la vida* (ektike) como primicia de sus obras,* mucho antes de sus obras de antaño." Como el pasaje fué entendido haciendo referencia al Hijo, éste planteó la pregunta ¿cómo se pudo decir que la Sabiduría fué creada? (Orígenes, "Princ.", I,ii, n.3)
Más aún conviene recordar que una terminología precisa en relación a las relaciones entre las Tres Personas fué el fruto de las controversias que brotaron en el siglo cuarto.
Los escritores de un período más temprano no estaban preocupados con el Arianismo, y emplearon expresiones las cuales, bajo la luz de los subsiguientes errores son vistos no sólo como meras imprecisiones, sino como peligrosas.
Se presentaron tal vez, mayores dificultades, por una serie de pasajes los cuales parecen afirmar que previo a la Creación del mundo, la Palabra no era una hipóstasis distinta del Padre. Eestas se encuentran en Justin (C. Tryphon., lxi), Tatian (Con. Graecos, v), Atenagoras (Legat., x), Theófilo (Ad Autol., II, x, 22); Hippolytus (Con. Noet., x); Tertullian ("Adv. Prax.", v-vii; "Adv. Hermogenem" xviii).
Es por esto que Teófilo escribe (op.cit.,n.22) "�Qué más es esta voz (oída en el Paraíso) sino la Palabra de Dios Quien es también Su Hijo?...Porque antes, nada fué, El lo tenía a El como su consejero, siendo su propia mente y pensamiento (i.e. como el logos endiathetos, c.x)).
Aunque cuando Dios quiso hacer todo lo que había determinado, entonces El Lo engendró como la Palabra pronunciada (logos prophorikos), el Primero de toda la creación, sin embargo, no el mismo dejado sin Razón (logos), sino habiendo engendrado Razón y por siempre en reciprocidad con Razón"
Expresiones como éstas, se deben indudablemente a la influencia de la filosofía Estoica: el logos endiathetos y logos prophorikos, eran concepciones habituales de aquella escuela. Es evidente que estos apologetas buscaban explicar la Fe Cristiana a sus lectores paganos en términos con los cuáles los últimos estaban familiarizados.
Algunos escritores católicos sin duda pensaron que la influencia de su instrucción previa los llevó al Subordinacionismo, a pesar que la Iglesia misma nunca se involucró en tal error (ver LOGOS). Sin embargo, no parece necesario adoptar esta conclusión.
Si el punto de vista que tenían presente los escritores, entonces, las expresiones, extrañas como eran, serían vistas como no incompatibles con la creencia ortodoja.
Como hemos dicho, los primeros Padres veían en Proverbios 8:22 y Colosenses 1:15, como distintivamente enseñando que hay un sentido en el cual la Palabra fué engendrada antes que todos los mundos, lo que puede correctamente decirse haber sido engendrada en el tiempo.
Esta generación temporal que concebían no era otra que el acto de la creación. Ellos tenían esta visión como complemento a la generación eterna, tanto como si fuera la manifestación externa de aquellas ideas creativas las cuales desde toda la eternidad, el Padre ha comunicado a la Palabra Eterna.
Aún más, en las mismas obras que contienen estas perplejantes expresiones, se encuentran otros pasajes que enseñan explícitamente la eternidad del Hijo, por lo que parece muy natural interpretarlas en este sentido.
Más aún, conviene recordar que a través de este período, los teólogos, al tratar el tema de la relación de las Personas Divinas, entre sí, invariablemente las veían en conexión con la cosmogonía. Sólo después, en la era Nicena, aprendieron a prescindir del tema de la creación y trataron la Personalidad triple exclusivamente desde el punto de vista de la vida Divina del Altísimo.
Cuando se llegó a este paso, las expresiones como aquellas, se tornaron imposibles.

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