La enseñanza del apóstol San Pablo, para el Año de la Fe.

1.-  Introducción

Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2,20.

* Pablo asegura que “vive de la fe” en el Hijo de Dios. La fe es la columna central de la casa de su alma, y sin ella todo se vendría abajo. ¿Es así también nuestra vida? Lamentablemente hay vidas, incluyendo vidas de sacerdotes, que no dan tal centralidad a la fe. Por ejemplo:
(1) Está el teólogo de oficio, que sabe manipular ideas y recomponerlas, pero no se siente obligado a creer nada de ellas. Hace teología como quien estudia dragones.
(2) Está el que ha perdido orientación y sabor del ministerio y entonces intenta “reinventarse” en términos de una profesión u oficio secular.
(3) Está el funcionario semi distraído, que en realidad no quiere que haya una nueva evangelización porque prefiere la inercia de un trabajo bien demarcado en sus horarios, personas y responsabilidades.
(4) Está el que no ve sentido a su soledad y busca una compensación afectivo-sexual en contradicción con su promesa de celibato.
* Pero el llamado permanece: ¿Y si la fe fuera lo central de mi vida entera?

2.- Gracia y Fe

Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios. Efesios 2,8.

* Es relativamente sencilla la teología de Pablo sobre la fe: Dios nos ha dado el don de su amor en el sacrificio redentor de Cristo en la Cruz; es pura gracia. Nosotros lo recibimos por la fe.
* Pregunta: ¿Y si es tan sencillo, ¿por qué muchos no lo reciben? Respuesta: porque hay dificultades objetivas y subjetivas. Las objetivas tienen que ver con la verdad de los hechos sucedidos, incluyendo la verdad de la existencia histórica de Cristo y de su amor oblativo. Las dificultades subjetivas tienen que ver con lo que expone el mismo apóstol Pablo al comienzo de Efesios 2: el reconocimiento del pecado es lo que le hace a uno sensible al don de la gracia.
* El fariseo que cree que se le debe una paga, y el cínico que piensa que nada debe no pueden ser sensibles a la gracia. Al fariseísmo se llega por la “lógica de la transacción,” que mira sólo el propio esfuerzo. Al cinismo se llega por justificarse en lo que otros hacen, o por acumular resentimientos y esperar desquites, o por pensar que los gustos y apetitos de uno son derechos adquiridos.
* Pero el amor de Dios triunfa, y cuando triunfa hablamos de conversión. Sus caminos son múltiples pero su gracia es una y la misma.

 

3.- Kerigma

Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, atestiguada por la ley y los profetas, justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen – pues no hay diferencia alguna. Romanos 3,21-22.

* Una palabra clave en la teología sobre la fe en San Pablo es la “justificación.” Mientras que en el lenguaje común “justificarse” es dar excusas, en el mundo semita la justificación es el camino para alcanzar la justicia, es decir, para estar a paz y salvo con el Dios justo.
* Los fariseos veían la justificación como un asunto de interpretaciones humanas de la Ley, y luego, de fuerzas humanas para alcanzar una supuesta perfección en la práctica de la misma Ley. Pero Pablo enseña que la justicia de Dios “se ha manifestado” o “ha aparecido” independientemente de la Ley, es decir: las fuerzas humanas no bastan para alcanzar esa comunión y obediencia gozosa y enraizada en el amor.
* Anunciar que uno no se salva a sí mismo sino que es salvado por puro regalo de amor que nos ha dado a su Hijo: ese es el Kerigma.

 

4.- La Fe que Obra por el Amor

Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad. Gálatas 5,6.

* Suele hablarse de una especie de contradicción entre el planteamiento de Pablo y el de Santiago, en cuanto a la fe y las obras. Pablo dice que somos salvos por la fe “independientemente de las obras de la ley” (Romanos 3); Santiago dice que “la fe sin obras está muerta” (Santiago 2). ¿Cómo se entiende esta contradicción y en qué sentido nos afecta?
* Hay que distinguir entre las obras anteriores y las obras posteriores a la justificación. En cuanto a las obras anteriores, la postura de los fariseos, la de los judaizantes, o la de la Iglesia en los momentos oscuros de tiempos del Renacimiento pretende “comprar” la salvación. Esa postura es contraria al Evangelio, por supuesto.
* Pero en cuanto a las obras posteriores, es unánime la voz de los apóstoles: el fruto natural del amor recibido es amor para entregar. Lo dice San Pablo en Gálatas 5,6 cuando afirma que nuestra fe es la que “obra por la caridad.” Lo dice Santiago al subrayar que la fe viva tiene “obras.” Lo dice San Juan en su Primera Carta: “Quien dice que está siempre en el debe andar de continuo como el anduvo.”
* En resumen: en el texto de Romanos 3 Pablo hablaba de las obras anteriores y Santiago, en su Capítulo 2, hablaba de las obras posteriores.
* Y lo importante para nosotros es transmitir la experiencia de gratuidad y a la vez mostrar que hemos de ser como tubos o canales que no retienen sino que extienden la gracia recibida.

 

5. Predicación

Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo. Romanos 10,17.

* Es claro que a partir de una experiencia real del amor de Dios la vida cambia, pero ¿hay camino hacia esa experiencia?
* El camino es siempre el binomio propuesta-respuesta. Y la propuesta supone, de manera ordinaria, la narración de aquellos hechos en los que Dios ha manifestado su amor. Por eso san Pablo asegura que “la fe viene de la predicación.”
* De hecho, los movimientos eclesiales que conocemos hacen amplio uso de la predicación, ya se trate de los fines de semana de los Cursillos de Cristiandad, las catequesis del Camino Neocatecumenal, o el Seminario de Vida en el Espíritu de la Renovación carismática.
* No deberíamos separar la renovación de nuestra vida sacerdotal de la renovación que estos movimientos han traído a la Iglesia. Y aunque resulte más fácil criticar desde fuera o burlarse, más fecundo resulta valorar y conocer desde dentro.

 

6.- Nueva Evangelización

* Uno de los grandes desafíos cuando se trata de presentar el mensaje del Evangelio con renovado ardor es la cultura laicista radical, que no ve un espacio para la fe en la vida pública, y por consiguiente no reconoce a la Iglesia como interlocutora válida en la construcción del bien común de la sociedad.
* Esta mentalidad laicista tiene su origen en la concepción de la fe como un acontecimiento exclusivamente subjetivo, comparable en todo a los gustos y caprichos que cualquier persona puede tener. Creer en Dios es así comparado con ser aficionado a las carreras de caballos, o creer en dragones morados.
* La respuesta a la agresión laicista en parte es antropológica y teológica, a partir de la naturaleza misma del acto de creer y del ser de la Iglesia, pero en términos pastorales la respuesta más profunda es la evangelización, o mejor, la nueva evangelización.
* Más que discutir con quien desprecia la fe es útil esperar ese momento de gracia en que la persona descubre una necesidad honda, se descubre incapaz de responderla, y se pone en camino. Si sabemos “estar ahí” y ser respuesta viva de caridad estamos demostrando con los hechos que la fe tiene un lugar irreemplazable en los momentos más duros de la vida humana.

 

7.- Comunidad

En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda de nuestra herencia, para redención del Pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria. Efesios 1,13-14.

* La fe es comparable a una puerta porque da comienzo a una vida nueva. Las riquezas de esa vida nueva son las de la gracia.
* Pero no pasamos solos por la Puerta de la Fe. La palabra misma “iglesia” (ekklesía) indica una realidad comunitaria, que brota de la Palabra recibida y compartida por todos. La Nueva Evangelización es inseparable del fomento y atención pastoral a las pequeñas comunidades de fe.
* El sacerdote mismo es miembro de la comunidad, por supuesto, desde su ministerio específico de hacer presente a Cristo-Cabeza. Pero el sacerdote no es todo ni reemplaza a todos. Más bien su carisma incluye el discernimiento de otros carismas en sus hermanos bautizados. Una persona que se sepa bien alimentada espiritualmente, valorada en sus capacidades y útil dentro del conjunto de comunidades de la parroquia, es una persona con sentido de pertenencia a su Iglesia Católica.
* Toda la labor nueva, muchas veces exhaustiva, que supone este modo de servir a la comunidad, sólo es posible desde una renovación en el amor: tal es el sello del Espíritu que nos permite “gustar siempre el bien y gozar de su consuelo.”

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